Tome a un niño solo y póngalo en una habitación con figuritas. ¿Qué hará con ellas?. Lo mismo que "Dios" está haciendo en este momento: inventar historias, desarrollar tramas e imbuírse en el juego. Somos los juguetes de un "Dios" aburrido :), pero y si el caso fuese que "Dios" está sufriendo una pesadilla existencial y nosotros (ego, nuestra máscara) somos su droga para escapar. ¿Entenderías la paradoja?.
Así que prosigo en la obra de teatro unas veces jugando con desidia otras con delectación (según el estado de ánimo) con las figuritas, y otras con suspensión de la incredulidad ante los eventos como escapismo o forma de vivenciar la trama.
Existe un adagio zen que me gusta citar y que dice así: "Antes de la iluminación, corta leña y transporta agua. Después de la iluminación, corta leña y transporta agua".