A pesar de que algunos contactos míos como
Francisco Jota Pérez hayan hecho una crítica
sarcástica en twitter de la serie
Black Mirror, he de decir que su creador nos ha dejado capítulos interesantes como el de la primera temporada titulado:
The entire history of you, donde en un futuro
no muy lejano (como todos los futuros que nos presenta la serie)
poseeremos unos implantes que nos permitirán grabar todos nuestros
recuerdos, compartirlos, enseñarlos y ser juzgados por ellos. Donde los
recuerdos como tal (es decir, modificados por el paso del tiempo, por
las subsiguientes vivencias) dejarán de existir porque podremos
consultarlos en cualquier momento, lo que nos convertirá en rehenes de
nuestro pasado.
El de la segunda temporada titulado
Be right back donde Donham Gleeson llama a la puerta de
su novia, en forma de clon de su novio fallecido. Esas “imitaciones
sinestésicas de gente que ha muerto” que nombraba Brooker en aquel
artículo se convierten en carne y hueso para hablar de la pérdida, el
duelo, la incapacidad para pasar página y dónde empieza y acaba la
identidad de la gente a la que queremos.
O el especial de navidad del año 2014, titulado,
Blanca navidad, cuyo argumento podéis
leer en este enlace de la wikipedia.
Si bien estos capítulos que remarco pueden dar pábulo a cierta tecnofobia de su autor, el capítulo 4 de la tercera temporada de Black Mirror llamado
San Junipero, da un giro, al presentarnos determinada tecnología como un recurso útil, alejado (en teoría) de la distopía constante a la que nos tiene acostumbrados.